Ricardo Pulido
Director de ASIA Santiago
“La cosmovisión Hindú es un intento de explicar todo, incluido el mundo natural (objetivo), a partir de la investigación de la experiencia. Mientras que la cosmovisión científica es un intento de explicar todo, incluida la experiencia (subjetiva), a partir de la investigación del mundo natural.”
El Big Bang. La especulación científica nos sugiere que ese es el inicio, el inicio de la existencia, hace más menos 13.500 millones de años.
De la nada, surge un vacío cuántico y por una azarosa oscilación explota, de manera que lo que existe, el Universo –nosotros sufrientes humanos incluidos– es la proyección en el tiempo de esa azarosa oscilación. Más aún, en base a leyes físicas (mecánicas, electromagnéticas y cuánticas) la proyección de esta explosión inicial ha llegado a organizarse –siempre azarosamente, es decir sin ninguna intencionalidad, necesidad, ni sentido– dando lugar a un fenómeno muy particular en el Universo: el estar consciente, el vivenciar, el saber.
Desde esta perspectiva, la explicación misma del Big Bang, no es más que una azarosa e irrelevante consecuencia del Big Bang mismo.
Y en miles de millones de años más, llegará el tiempo en que el universo empezará a contraerse hasta disolverse en la nada.
Esta visión del Universo que se expande y se contrae es similar a la cosmología Hindú, pero con dos diferencias claves.
En el Bhagabad-gita (Siglo III a.c) se menciona que el Universo se manifiesta expandiéndose/creándose por miles de años (4.200 millones de años según algunos textos) y se reabsorbe/disolviéndose por los mismos miles de años… para luego volver a expandirse y reabsorberse.
Cada período de expansión es 1 día de Brahma, que durante el día crea mundo, y cada período de reabsorción es 1 noche del dios, que en ese momento descansa. Según algunos cálculos, estaríamos participando del 1er. día del año 51 del actual Brahma (o sea nuestro universo sería la expresión del Big Bang numero 18.616). Brahma vive 100 de sus años y luego muere. Tras su muerte pasan otros 100 años Brahmánicos y luego nace un nuevo Brahma.
¡Qué perspectiva! Suena a delirio cósmico.
La primera diferencia entonces es que el Universo se expande y se contrae, se manifiesta y se disuelve infinitamente. No hay punto de inicio, ni final: algo existe desde siempre y para siempre. La nada no está contemplada.
La segunda diferencia es que lo que existe (expandiéndose y disolviéndose) no es un mero conjunto inanimado e indiferente de energía/materia que por azar crea mundos, en los que por azar surge inteligencia, consciencia, experiencia. Lo que existe, en cambio, es una relación constante entre un aspecto manifestado (materia, energía, prakrti para los hindúes) y un principio que no se manifiesta que sería el dios Brahma (consciencia, experiencia, purusha para los hindúes).
En otras palabras –y siguiendo la idea del post de hace unos días– no es que la materia (lo manifiesto) complejizándose haga surgir, como derivado, la consciencia/experiencia (tú consciencia, tú experiencia), más bien lo que existe (sea un átomo simple, un vacío cuántico o un organismo complejo) es ya consciencia/experiencia.
Visión interesante, especialmente porque no contradice la evidencia científica, solo la complementa con dos comprensiones que a ella le son misteriosas:
- ¿Cómo es que de la nada surge el vacío cuántico?
- ¿Cómo es que de la materia surge la experiencia?
Es interesante también porque esta visión se ha construido a partir de un método de conocimiento donde la mirada va hacia adentro (la contemplación meditativa). Y tal como en la ciencia, donde un experimento puede ser replicado una y otra vez por diferentes científicos que llegan a las mismas conclusiones, estas intuiciones pueden experimentarse una y otra vez por diferentes meditantes. Es un conocimiento que se puede verificar con disciplina y preparación adecuada, tal como ocurre con el conocimiento científico.
En efecto, en meditaciones de absorción profunda, la mente se repliega en su fuente inicial, en el principio consciente, se absorbe en sí misma. La experiencia material, sensorial y conceptual se disuelven, el sentido de identidad personal se disuelve y solo queda una experiencia mínima –si bien muy densa y compacta– de estar siendo, un sentir/saber claro y distinto de estar siendo, de existir. A esto se le llama estado de Dhyana (Zen): la absorción sin esfuerzo de la mente en sí misma. Y coincide bien con la descripción de una noche de Brahma, cuando el dios descansa y el universo se ha disuelto. Diría que es la versión experiencial del vacío cuántico. Y luego se reemerge de la absorción y la experiencia conceptual, sensorial y material comienzan otra vez a surgir, generando identidad personal y mundo, complejidad.
La noción Hindú del Universo es en el fondo una descripción recursiva de lo que ocurre momento a momento en nuestra experiencia: del mismo modo que en 1 año de Brahma ocurren 365 Big Bangs, en un año nuestro, el mundo manifiesto se nos reaparece y disuelve 365 veces. De ahí que una de las frases más sagradas del Hinduismo sea “Tat Tvam Asi”, “Tú eres eso”. Tú eres Brahma, la divinidad. Pero no lo sabes y mientras no lo sepas, no alcanzarás la serenidad de tu corazón.
Así, la cosmovisión Hindú es un intento de explicar todo, incluido el mundo natural (objetivo), a partir de la investigación de la experiencia. Mientras que la cosmovisión científica es un intento de explicar todo, incluida la experiencia (subjetiva), a partir de la investigación del mundo natural. ¿Cuál es la correcta? Yo diría “pastelero a tus pasteles”: si de experiencia se trata, la Hindú dice mucho más de mí, de ti, de los otros, del vivir y del morir. Pero si de mundo físico-químico-biológico se trata, la científica es claramente más certera.
El único problema es que hoy por hoy asistimos al gran drama de una metafísica científica que cada vez con más fuerza y vehemencia desconoce el lugar primario y originario de la consciencia/experiencia. No es que sea un creyente de la visión Hindú, para nada, pero contrasta la científica y da un punto de vista alternativo que vale la pena tomar en consideración, porque la madre del cordero de la crisis planetaria que estamos viviendo, en todos sus aspectos, es precisamente esta metafísica científica (según la cual “no somos más que un puñado de neuronas”– del Premio Nobel F. Crick) que al final de cuentas desconfirma la esencia humana y desconfirmándola la distorsiona, la ciega… y el humano cegado es más peligroso que mono con navaja.