Cuando las aguas del mar están turbulentas, no se puede ver el fondo, en cambio cuando las aguas están claras y tranquilas, podemos percibir la vida marina en todo su esplendor… así mismo, cuando nuestra mente está inquieta y llena de ideas, el cristal por donde percibimos el mundo está empañado y colmado de ruidos. Por el contrario, cuando la mente se aquieta, se asienta y logra silenciarse, podemos ver las cosas de forma más clara, más nítida, con menos juicios y automatismos. Esta práctica es una invitación a detenerse, a respirar, observar y luego, desde una mayor claridad y calma seguir con la vida.