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Duhkha, una reflexión en torno a nuestra condición.

Matías Tupper

 
 

Instructor de Yoga Meditación y practicante en ASIA Santiago.

“…. Cada cual en su contexto, sufre. Los motivos pueden dejar de ser lo importante, y la vivencia interna, la relación y la capacidad de transitar se vuelve lo relevante….”

“Con mucho respeto a las vidas de todos los seres del mundo, a las diferentes situaciones que les ha tocado vivir. Me inclino ante su sufrimiento.“

 

Al reflexionar en torno al sufrimiento, siento en primer lugar un profundo respeto, y casi una imposibilidad de hablar al respecto, de solo imaginar, por ejemplo, a alguien que sufre cargar con la responsabilidad de la muerte de un ser querido, en medio de un sin sentido eterno. Desde aquí, sin saber si sería capaz de seguir viviendo con algo como esto, reflexiono.

Al detenerme aquí y sentir en torno al sufrimiento, su significado se difumina, se me hace difícil  cosificarlo y obtener una certeza de él, es una experiencia muy íntima, intensa y abstracta. Sin embargo al mantenerme en contacto con mi sufrimiento y recuerdos de sufrimiento, al observar el de mis cercanos y de la sociedad en general me surge una especie de conclusión: Toda vivencia experimentada como sufrimiento, es un querer que las cosas ocurran de otra manera, o pensar/creer que debieran o podrían, haber sido de otra manera, de una manera mejor, más justa o con un sentido determinado. Entonces a la base de esta experiencia, pareciera haber un carácter de rechazo, una no aceptación de lo que toca vivir. Sin duda hay situaciones muy difíciles de vida, penas enormes e historias terribles, sin embargo en la intimidad de cada cual, los umbrales de sufrimiento se acomodan a las propias vivencias y experiencias de vida, no hay parámetros estandarizados, son diferentes para todos. Y así como respeto profundamente y no juzgaría a quien tenga una determinada reacción ante una situación extrema, tampoco siento lícito juzgar a quien aparentemente sufre por nimiedades, pues cada cual en su contexto, sufre. Los motivos pueden dejar de ser lo importante, y la vivencia interna, la relación y la capacidad de transitar se vuelve lo relevante. En este ámbito y significado está esta reflexión, entendiendo el sufrimiento como sufrimiento del sufrimiento, o sufrimiento por lo que toca vivir. En clave Budista, lo que se entiende como la segunda flecha (Sallatha sutta). Creo que aquí se instala el sufrimiento más terrible, pues incluso en situaciones extremas vividas con aceptación, algo puede liberarse, algo puede despegarse, desidentificarse y contemplar. “Ponerle la cara”, poner el cuerpo como casa de lo que toca sentir, y transitar la catástrofe. Incluso en circunstancias difíciles, el salir adelante puede llegar a ser alimento y motivo de vida. Por el contrario cuando la mente es arrastrada por la emoción, hablo por experiencia propia, por la vivencia del momento y las pasiones, un simple mal rato puede transformarse en un verdadero infierno. Cuando nos pegamos por completo a la emoción y a la identidad, a ese rechinar de las vísceras con casi adicción a caer más profundo en un hoyo, ahí creo que se instala el sufrimiento más terrible y a la vez el sufrimiento que puede ser evitado.

¿Cómo empieza todo esto? Me parece que con una no aceptación de lo que toca vivir. Pareciera haber entonces dos ingredientes, Identificación (o sobre identificación) y la no aceptación. ¿Pero cómo es posible que para todos nosotros, en mayor o menor medida, existan estos común denominadores de no aceptación, (querer algo diferente a lo que nos toca), y el de identificación? Lo cierto es que el sufrimiento existe y es universal.

Por supuesto que “yo” prefiero lo agradable a lo desagradable, sino, no lo llamaría de esta forma, ¿pero a costa de qué? ¿qué se esconde en este gesto rebelde de voluntad, qué hay detrás de esta no aceptación? Si existe tal porfía de nuestra parte, entonces realmente creemos que las cosas podrían ser de otro modo, estamos convencidos, a tal punto de que no vemos que en realidad, no lo es. No es posible que las cosas sean de otro modo, sino, ¡hubieran sido de otro modo!

 

Entonces hay algo más.

Hay algo que no vemos,

que no sabemos.

 

Aquí aparece un tercer ingrediente, ¿O es la causa de los otros dos?

Hay algo que no podemos ver, ni comprender, “algo” que nuestra experiencia rechaza, no digiere, algo INMENSO, que nos atemoriza y al tiempo nos atrae a sus vecindades, y pareciera que no verlo nos lleva a la identificación y a exigir que las cosas sean de otro modo.

¿Qué es el sufrimiento? ¿Un hilo que nos prepara y permite acercarnos a esta inmensidad, demoledora y liberadora? ¿El barro de donde extrae su alimento el loto para florecer?  Si miramos a fondo podríamos ver y afirmar, que en términos absolutos el sufrimiento no tiene sentido, como toda la existencia. (Pues cualquier fundamento que le diese sentido sería a la vez infundado y por lo tanto sin dirección.) Pero en el relativo, si no existiera el sufrimiento tampoco existiría la compasión, y quizá tampoco el cansancio que dota el sufrimiento, el cual nos da el último impulso y coraje de entrar de frente en la oscuridad de nuestra condición y sostenerse allí, en el arrojo existencial, inexplicable, en el cual todos nos encontramos.

 

 — Vacío de explicaciones — Vacío de sentido — Vacío de relaciones — Vacío — (Pero ahí el mismo sufrimiento también está vacío)

 

Allí en esa “clara noche de la angustia”, donde esta oscura y extraña condición de hallarse existiendo (en cambio que nada) se vuelve clara, evidente, se experimenta lo más íntimo de nosotros, un darse cuenta profundo y prístino, que brilla. El abierto que permite a la imposibilidad, decirse y saberse existente. Sapiente de –El milagro de ningún dios.-

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