De Ramana Maharshi he recibido una de las enseñanzas fundamentales de la vida, que el sentirme significa “existo”…. No es banal.
Ramana responde muy a menudo a la preguntas sobre el Sí mismo (Atman) induciendo al interlocutor a apuntar espontáneamente el dedo al pecho, como cuando llamados en causa, uno se pregunta dubitativo: “¿Quién, yo?”, o bien cuando uno confirma: “¡Yo!”. Tal gesto, dice Ramana, evidencia directamente el sentirse existir.
Prueba apuntando tu índice al pecho y aprecia sutilmente lo que se siente. Es similar a la llama del piloto de un calefon que arde permanentemente y que en ciertas circunstancias, se enciende o incluso explota. Este es el lugar de la sorpresa y de la maravilla así como del estremecimiento del Corazón: aquí se afirma y se niega nuestro ser.
Este “sabor” del corazón es la nota de base permanente de nuestra existencia y en ella se articulan y declinan, en cualidad e intensidad, todos los otros sabores emocionales… las stimmung o tonalidades afectivas de las que habla Heidegger.
Este sentir es una voz del ser. Este sentir nos demanda por el sentido del ser y es en él que la alegría se enciende cuando nos acercamos a la verdad.
Esta instrucción ha sido una guía preciosa en mi vida. A este lugar regreso cuando lo sagrado me llama. Y también me doy cuenta que me he alejado de él cuando voy contra las personas y la vida. La educación a la escucha del “Corazón” es iniciática, pero hasta un niño lo puede entender, de hecho, ciertamente mejor que un adulto.
Una educación que no nos haya enseñado a escucharnos existir, a través de esta voz del Corazón, es una educación gravemente insuficiente.
Incluso si no estás de acuerdo con lo que escribo, tu impulso para replicar partirá del Corazón. Porqué allí también habita nuestra tensión a la verdad…
… Llamada del ser.
… Conciencia.