Johny Shats Sitton
Practicante Mindfulness Asia Santiago
“Sin duda, el cruce de capitalismo o si se quiere neoliberalismo con las prácticas de sabiduría oriental es una cuestión de moda puramente circunstancial y no están emparentadas en nada que pueda ser evidente. De hecho, estas disciplinas coexistieron en el mundo clásico y por tanto son previas al mismo feudalismo.”
El mindfulness y la sala de interrogatorios
La motivación para escribir este artículo me surgió a raíz de un interesante y muy punzante artículo aparecido en el diario El País de España, titulado “Pensar en positivo ni sube el sueldo ni quita carga de trabajo: por qué el ‘mindfulness’ corporativo está arruinando la cultura laboral”, escrito por Noelia Ramirez, en que expresa con fiereza cómo las corporaciones especialmente en tiempos de pandemia están utilizando el yoga, la meditación y el mindfulness para sofisticar la explotación de sus trabajadores mientras les bajan el sueldo o desregulan sus jornadas laborales.
Soy un disciplinado y feliz practicante de mindfulness hace más de cinco años por lo que quedé bastante “sarandeado” al leer un nivel de rabia tal con una técnica que para mí y el entorno en que nos rodeamos es, en su esencia, buen vivir y que en el peor de los casos puede llegar a ser inocua ¿Qué puede tener de negativo estirar el mat y mover un poco las articulaciones? ¿Por qué puede generar bronca ajena sentarse en un cojín, hacer la posición birmana y centrarse en la respiración?
El mindfulness como técnica – en términos muy gruesos – busca que estemos en mayor conexión con el presente y a través de la meditación en sus diversas formas podamos ser seres más concientes y despiertos. En sus programas más clásicos creados por el doctor en Biología Celular, Jon Kabat-Zinn colabora como un eficaz antídoto para bajar nuestros niveles de estrés y disociación con nuestro entorno. ¿De qué manera esto puede estar enganchado con bajas de sueldo, trabajos excesivos de 80 horas semanales y el quedar personal y laboralmente “quemados”?
Para poder entender y asumir el desafío argumentativo del artículo del diario El País debemos partir por diseccionar el problema. Una cosa es el instrumento (objeto) y otro es para qué se usa (objetivo). En modo simplificación, sin duda los clavos creados para unir superficies de madera también fueron utilizados para crucificar a los disidentes en el Imperio Romano, y los lápices y las plumas que permitieron la creación de las grandes obras de la literatura, también han sido utilizadas para asesinar clavándolas en la yugular. Podemos usar casi cualquier objeto material para hacer daño pero también lo inmaterial. El amor puede llegar a ser enfermizo; la amistad, utilizarse a favor del poder y en lo más sofisticado, filosofias, prácticas y tendencias para lograr objetivos y contrariar completamente para lo que fueron creados. Las creencias espirituales de todo tipo han sido manipuladas a favor de la pedofilia, el genocidio y muchos de los crímenes más brutales de la historia.
Por otro lado, tenemos que revisar el estado del desarrollo capitalista en el mundo, su irreversible robotización y, a la vez, su deshumanización – Yuval Harari habla profusamente de esto- manejadas por corporaciones cada vez más omnipresentes y a la vez globo-monopólicas. Esto podría ser un tema en sí mismo que nos llevaría a otros derroteros, pero focalizándonos en el ámbito al que nos invita el artículo de El País que es cómo estas compañías y otras están atendiendo y manejando a sus trabajadores en términos de sus áreas de Recursos Humanos y, sobre todo, cómo la pandemia adelantó años, quizás una decada, el temido proceso de reemplazo de las máquinas por sobre las personas.
Las corporaciones y especialmente dentro de ellas el área tecnológica (TI), son sin duda entidades con fines de lucro cuyo fin obvio es obtener utilidades. No hay nada nuevo ni nada negativo en ello, pero es relevante entender el objetivo que subyace a la intención de incorporar en sus empleados instrumentos de desarrollo personal como el mindfulness, el yoga u otro. Una respuesta es el llamado “salario emocional” que entiende que las empresas pueden retribuir a sus trabajadores con beneficios asociados a su bienestar y clima laboral más allá de sus sueldos. Sin embargo, la contracara es la que nos muestra Ramírez, o sea, la utilización del “salario emocional” simplemente para escatimar el dinero que deben pagar en metálico, e incluso podría desprenderse una dimensión más oscura si es que la intención fuera que la paz y tranquilidad que pueden generar las disciplinas mencionadas pretendieran generar docilidad ante los abusos laborales como una especie de droga “soma” al estilo del libro un Mundo Feliz de Aldous Huxley.
Es indudable que habitualmente como efecto secundario del mindfulness logramos un estado vital más pausado y compasivo con nosotros y los demás. Pero eso no debe confundirse con docilidad. El término de hecho traducido al español significa “Atención plena” o “Conciencia plena” y, efectivamente, un efecto no secundario sino primario e inherente a la práctica es estar más concientes, más despiertos, más atentos a lo que nos pasa en el día a día. De esta manera, perfectamente un trabajador practicante de meditación que es explotado podría ser más conciente de ese abuso y actuar en respuesta de lo que está experimentando.
A diferencia de lo que se cree la “atención plena” no es para caminar por la vida en un estado –como la gente lo suele llamar- Zen, levitando en la estratósfera. Es todo lo contrario. El “darse cuenta” y experimentar la vida tal como se nos presenta es lo más escencial de esta filosofía. Extremando el argumento más que un grupo de trabajadores pasivos y enajenados ante el abuso salarial, una buena práctica de mindfulness podría generar bastante subvlevación en el marco de la claridad que nos brinda el despliegue de la conciencia del aquí y ahora. No pretendo tejer la falsedad de que el mindfulness es la antesala rabiosa de la revolución proletaria, de hecho la no violencia es parte de su estructura, pero bien sabemos que no necesitamos recurrir siempre a la fuerza para generar una transformación radical en nuestras vidas o en la sociedad.
Manipular la comunicación interna al nivel descrito profusamente por Noelia Ramírez en que se busca que el trabajador llegue a creer que el “problema” es él o ella y no la empresa que lo oprime va exactamente en la dirección contraria de la atención plena y otro de sus preceptos básicos heredados del budismo que es la integración o “Interser” como lo llama Thich Naht Hahn. Esto significa en simple que no existe el individuo como un ser desconectado de su entorno, una separación entre el interior y el exterior, entre yo y el mundo. Todo está integrado holisticamente, interdependiente, influenciado siendo parte de un gran ecosistema en que nuestras acciones generan efectos en el universo completo y viceversa. Por tanto no es posible el encapsulamiento individual como tampoco el que una acción abusiva pueda ser inocua en el sistema ecológico de nuestro entorno inmediato o universal. En esta perspeciva el torcer la realidad de forma deliberada para obtener una ventaja nos afecta a todos y al todo y es totalmente contraria a la base del mindfulness.
Sin duda, el cruce de capitalismo o si se quiere neoliberalismo con las prácticas de sabiduría oriental es una cuestión de moda puramente circunstancial y no están emparentadas en nada que pueda ser evidente. De hecho, estas disciplinas coexistieron en el mundo clásico y por tanto son previas al mismo feudalismo. Así como hoy están en boga en las empresas de punta, mañana podrían estar en los estados totalitarios, las Naciones Unidas o en la industria de la estética o realmente cualquier cosa, tiempo, lugar o territorio. Incluso sería razonable pensar que seguirán ahí en el futuro lejano cuando el mundo adopte nuevas estructuras económicas y sociales que aún ni soñamos.
Sin duda, el escrito del diario español es muy interesante y provocador. A mi jucio no debe ser tomado reactivamente como una afrenta a quienes nos relacionamos profundamente con las disciplinas cuestionadas. Más aún, es una magnifica reflexión que abre muchas ventanas argumentales acerca de lo que ocurre cuando se hace un uso intencionado de un instrumento que es ecuánime. Y justamente, la ecuanimidad es otro rasgo de la atención plena. El gran punto en que no repara la autora es que usando la vieja metáfora si es que al mindfulness, la meditación o el Yoga son empujados a una sala de interrogatorio de alguna distorcionada oficina de recursos humanos corporativas y ya vienen golpeados y estrujados y adentro además los torturan….. sin duda, pueden terminar confesando cualquier cosa.
Para finalizar, en la práctica sentada de la meditación mindfulness es importante no quedarnos dormidos, y de esta manera sentir nuestro cuerpo, observar nuestra mente y percibir el entorno. En tiempos de nuevas hegemonías globales, cambio climático, convulsiones sociales y tanta incertidumbre, la meditación, la conciencia plena y el yoga pueden ser elementos fundamentales para poder traducir, asumir y sobrellevar un mundo cada vez más complejo e incluso, hóstil. En ese contexto, quizás más allá del cojín de meditación sea el mayor desafío del futuro el estar atentos sin caer en la letanía del sueño.