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¿Qué significa iluminarse?

Franco Bertossa

Fundador de ASIA Bologna

“… dicha experiencia puede adoptar tonalidades inquietantes –puede asustar. Es lunar, sideral. De repente el mundo se vuelve desconocido, monstruoso, pero al mismo tiempo puro milagro.”

¿Qué significa iluminarse?
Generalmente se la entiende como una experiencia de intuición profunda que se relaciona con … … …
Es precisamente en esto donde no estoy de acuerdo con muchos maestros. Habiendo reflexionado y meditado sobre esto durante décadas, y habiéndome durante décadas confrontado con las distintas tradiciones, he llegado a la conclusión de que hay tres grandes corrientes de investigación:

  • La primera deriva de la pregunta: “¿cuál es mi naturaleza esencial?”.
  • La segunda es la del “corazón”, esa en la que un sentimiento de plenitud sacia.
  • La tercera, en cambio, deriva de la pregunta: “independiente de cómo sea, ¿qué sentido tiene?”

La primera, que se relaciona con el verdadero Self o sí mismo, tiene hoy en día muchos seguidores. También tiene muchos seguidores la del “fluye con el sentir y no te preguntes más allá”. Yo, en cambio, soy hijo de la tercera, aquella sobre el sentido.

Sostengo que donde no hay una pregunta sobre el sentido de la totalidad de la existencia –incluidos el amor y las conciencias sutiles– tampoco se da una iluminación profunda.

Esto no quita que se puedan vivir experiencias auténticas en el camino de la búsqueda de la naturaleza esencial o en la del corazón, pero las considero parciales. El camino que me convence profundamente, a menudo haciéndome parecer polémico e insaciable en las discusiones, es el que puso fin a mi angustia existencial vivida y sufrida entre los quince y veinticinco años.

El resto de mi vida he estado buscando personas que hayan vivido y comprendido este tipo de despertar y me he dado cuenta de que son muy pocos. Hay muchos que han vivido la experiencia, pero son muy pocos los que además han dilucidado adecuadamente su significado.

Creo que esto ocurre porque dicha experiencia puede adoptar tonalidades inquietantes –puede asustar. Es lunar, sideral. De repente el mundo se vuelve desconocido, monstruoso, pero al mismo tiempo puro milagro.

En cambio, cuando se vive la experiencia de la “naturaleza esencial” las expresiones son de una cualidad muy distinta: unidad con el todo, vació-pero-en-realidad-lleno, consciencia pura, amor infinito, paz sin límite. Esa es la tierra de los santos y de los repartidores de beatitud. Pero existe algo más.

Este algo más uno lo nota solo si nos sorprenden sus voces. La primera explosión intuitiva deja un sabor de cercanía a lo definitivo, no obstante todavía hayan zonas poco claras. Solo indagando con coraje y abandono en las sombras residuales se aclara: Ser es puro milagro.

Y esto no por “la sonrisa de los niños, el canto de los pajaritos, las flores de primavera”, sino por el hecho de ser de la totalidad, desde los desechos que contaminan la naturaleza, hasta los asesinos y políticos corruptos y también, por cierto, los santos iluminados.
Esto es difícil de entender.

La discriminación decisiva para la recta iluminación está en las voces que solo la nada pueden despertar y son voces desterrantes. Voces que permiten ver la diferencia de lo que es –es decir todo– respecto a nada.

Estupor, maravilla, milagro. El solo existir es un portento que, si se constata plenamente, nos deja catatónicos.

A partir de la iluminación de la prodigiosa diferencia respecto a nada, se inicia lo que para mi es el verdadero Camino. Y es el Camino del Buda.

Por tanto no nos limitamos a la naturaleza esencial a la cual sabiendo cómo meditar, a veces se tiene acceso (a veces porque se da lo que nosotros “técnicamente” podemos preparar meditando y se da la acción autónoma de la misma consciencia que, de un viaje, te rapta “por mutuo propio” y te deja en su a-personal corazón madreperla, vacío, pero lleno de potencia y gracia).

Pero, insisto, eso no es todo. Buda –el primero– lo realizó clasificando incluso la infinita consciencia (infinito vijñana) como un mero “elemento de la existencia”; un dharma como los otros (dharma: más o menos “fenómeno”, datidad específica de la existencia). Existe consciencia, incluso si se consideran sus estratos más profundos y esenciales, del mismo modo como existe cualquier otro elemento de la existencia.

Esto impulsa a la vacuidad. Vacuidad que no significa “dimensión vacía”. No digo más allá de esto porque lo que sigue se enseña mirándose a los ojos.

Este es el porqué no estoy de acuerdo con la enseñanza de muchos maestros, ya sean tradicionales o revolucionarios. Y, para completar una trilogía de post sobre Osho, él claramente no tematizó la nada en sus meditaciones. No pongo en duda, como muchas veces he escrito, que haya vivido un despertar, solo que haya visto el fondo de lo que es posible ver. La bella entrevista que linkeo, expresa en sus palabras donde llegó:

Ciertamente no es poco, pero no fue suficiente para que yo quisiera cruzar mi mirada con la suya y vivir esa rara fiesta que pocas veces nos es dado de celebrar en la vida. Cuando ocurre que dos ojos que saben miran a otros dos ojos que saben, no aparecen solo cuatro ojos, sino, en un escalofrío, surge potenciada la consciencia común del prodigio último. Ese estupefacto silencio, esa celebración Ishin denshin, de corazón a corazón, vale una vida.

Por eso he buscado tantas veces a quien fuera consciente de esto. Sobre todo después de que yo mismo me hice consciente. Y lo sigo haciendo después de 41 años.

Si llegara a saber que en la otra parte del mundo hay alguien que tiene esta comprensión, iría de inmediato.

El Conde von Dürkheim me enseñó esto: dedica hasta tu última respiración a compartir esta mística celebración. Y por lo mismo, me dedicó una de sus últimas respiraciones en este mundo.

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